viernes, 18 de mayo de 2012

Busqueda y adiccion - 3ª parte -


Busqueda y nostalgia

Cuando el poeta y filósofo alemán Friedrich Holderlin escribió: “Nosotros no somos nada, lo que buscamos es todo”, con ello quería señalar el estado todavía incipiente de evolución en que nos encontramos en relación con el mundo de los ideales espiritual-divinos.

Aquello que conmueve y altera nuestro ánimo cuando hemos perdido algo querido, puede ser llamado tristeza o nostalgia. Es la movilización psíquica, todavía no formada, hacia lo perdido. La formación y formulación de nostalgias y anhelos es lo que podemos llamar búsqueda. Bajo este aspecto, todas las religiones y filosofías son formulaciones de nostalgias, que intentan ordenar razonablemente la vida en relación con lo perdido y anhelado.

Ahora bien, constituye un hecho observado por cada quien en sí mismo y en los demás, que las nostalgias no formuladas durante largos periodos pueden convertirse en acciones dominantes. La nostalgia contenida, que no logra formularse como capacidad de búsqueda de las concretas posibilidades de acción, amenaza con descargarse en cortocircuitos. Las nostalgias son preguntas no formuladas. Todo cuanto no sea formulado se evidencia como particularmente expuesto a la adicción, que transmite pseudoformas en el sentido de apremiantes esquemas de acción.

De esta manera lo expreso una vez Rudolf Steiner en forma determinante durante una conferencia: “Todo debe estar relacionado con el cuidado que hemos de tener para al final tener pensamientos correctamente formulados, frente a los que podamos asumir la responsabilidad de acostumbrarnos a considerar en general el pensamiento como una búsqueda”. Tal formación de pensamientos con miras al hombre responsable constituye la primera fuerza contraria al principio de adicción. El hecho de cultivarla, debería ser una premisa dentro del campo de acción pedagógico, pedagógico-social y terapéutico con respecto a la manía o adicción.

Adiccion y tentacion

Todo cuanto nos incorporamos durante un tiempo prolongado a través de los órganos sensoriales como alimento psíquico y a través de nuestro metabolismo como alimento físico, sin desplegar en ello nuestras fuerzas propias, en una primera fase actúa como debilitamiento, en la segunda como dependencia. Todo hombre medianamente sano dispone de un considerable potencial de fuerzas orgánico-corporales y psico-espirituales. Pero radica en la naturaleza de tales fuerzas, que se atrofian cuando no son evocadas y desplegadas. Ahora bien, pertenece a las cualidades esenciales de prácticamente toda sustancia estimulante (a diferencia de los alimentos propiamente dichos), que sustituyen fuerzas en lugar de activarlas y desplegarlas. Esto atañe a las fuerzas imaginativas o de la fantasía, al igual que por ej. las fuerzas de defensa propias del cuerpo. Tal reemplazo de fuerzas tiene como consecuencia que precisamente aquellos sustitutos de fuerza que producen el debilitamiento, se requieren para compensar continuamente el debilitamiento. Ellas ligan al hombre a la materia. Las sustancias que producen adicción pueden definirse globalmente como estimulantes tóxicos. La mayoría de ellos se encuentran en uso como poderosos “dispensadores de fuerza”, como tranquilizantes, para facilitar una adaptación, como relajador psíquico, para la concentración o la imaginación de imágenes fantásticas. Una característica fundamental en nuestra relación con los estimulantes – a los que naturalmente también pertenecen los diversos productos de la industria del esparcimiento- es el peligro siempre latente de sucumbir ante las multifacéticos promesas de placer o fuerza: cedemos ante la tentación “tenemos debilidad por algo”. A ella apunta la seducción para el consumo a través de la oferta y la publicidad. El principio del placer adquiere dinámica propia. La vida psíquica llega al punto muerto, porque ya no se le ofrecen objetos en que logra activarse.

El principio de la tentación – tal como ya lo enseña el mito del pecado original – también forma parte de la libertad y por lo tanto de la búsqueda, del mismo modo en que la sustancia psíquica pertenece a la nostalgia, a partir de la cual se forma la búsqueda. Como adicción también se manifiesta la tentación exitosa como una forma de seducción para alejarse del camino de búsqueda, apoderándose de la nostalgia. La tentación muchas veces se encuentra al comienzo de un recorrido bajo la fascinación del anhelo. Por lo tanto, el anhelo o la nostalgia aparecen como resultados de una tentación de la búsqueda. 


Peer de Smit - Extraido de la revista "Actualidades Welleda"